Hoy es viernes y debiese estar disfrutando del descanso después de una semana agotadora, sin embargo estoy en un sillón de mi casa sintiendo que me duele Chile, mientras unos tibios rayos de sol llegan hasta mi rostro mientras intento redactar algunas líneas.
En otra ocasión, escribiría de fútbol, educación, política o de cualquier cosa que me apasione, sin embargo escribo movido por el dolor.
Escribo desde un Chile incapaz de construir, donde el que piensa distinto no merece ser mirado como un igual, sino más bien como un rival al cual debo doblegar. Incapaz de construir desde sus autoridades, desde los grupos intermedios e incluso desde su amplia y diversa base.
Me duele ver qué pareciera una maldición tener un estado que nunca está preparado para afrontar una emergencia, debido a la sucesión de incompetentes gobiernos que parecieran estar contínua y permanentemente improvisando ante las mas diversas catástrofes que parecieran siempre preferir nuestro país: Terremotos, inundaciones, aluviones, erupciones volcánicas, “terremotos blancos”, incendios forestales, y ahora, una pandemia. Me duele ver a Chile tan vulnerable por la incompetencia de sus autoridades, no solo las de ahora, sino también las de antes, como si fuese un mal genético el no ser capaz de preparar al estado y sus instituciones ante las adversidades.
Duele ver a tantos cuidarse para luego, con angustia ver salir a madres o padres para ira trabajar por la incapacidad de un gobierno y en específico de un presidente de ponerse a pensar en sus ciudadanos y en la aflicción de sus familias, privilegiando criterios económicos y someter a nuestros seres queridos al riesgo innecesario de contagiarse
Me duele ver a mi madre llenar una sopa de letras, intentando matar el tiempo mientras me dice “tu papá debería estar aquí”, al igual que preguntarle a mi viejo de 60 años y que me diga “no depende de mi el ir o no ir a trabajar”. Me entristece ver a mi mamá echar mano a su fe, porque creer en el cuidado del estado es perder la esperanza de ayuda oportuna mientras se pregunta si llegaremos todos a ver el final de esto.
Me duele ver a tantos sumergidos aún en sus trincheras político partidistas, intentando sacar réditos políticos para su beneficio, incapaces de ver y comprender que esto debiese llevarnos a reconocernos en lo más esencial: nuestra condición de seres humanos.
Me desconcierta ver como otros chilenos, con poca o nula empatía no respetan los llamados de cuidar a otros y cuidarse a sí mismos, como se pudo ver en Valparaíso o en quienes egoístamente no respetaron la cuarentena
Son las 18:28 y he dilatado el publicar esta columna, esperando que anuncien la cuarentena que todo un país clama. Entremedio, escucho a la presidenta del colegio médico pidiendo transparencia en las cifras, pidiendo verdad a un gobierno, que al igual que el anterior ya tiene expedientes de mentir al país respecto a listas de esperas en salud.
Mientras escribía éstas líneas, llamó mi sobrino de 6 años quien nos envió muchas verduras por whatsapp para que nos protejamos del coronavirus. Mientras sonrío por sus palabras y su inocencia, no dejo de desear que cuando el crezca, nuestro país no sea dirigido por quienes buscan el beneficio propio y no dimensionan cuanto dañan al estado con su falta de transparencia.